Aquella
mañana de primavera, sería alrededor del 15 de mayo, no recuerdo bien que año;
me levanté temprano, más temprano que el gallo. Fui a desayunar, si eso se
llama desayunar, ya que solo pude tomar un poco de pan quemado; tenía tan poco
porque mis padres murieron cuando yo tenía unos 8 años, al principio me cuidaba
mi tía, pero cuando cumplí los 12 me dijo que ya era mayor para cuidarme por mi
misma; me dejo una casa vieja a las afueras del pueblo, la verdad es que no me
la dejó porque la tengo que dar una cuarta parte de lo que gane, aunque consigo
poco.
Llevo
tres años despertándome antes que el alba para ir a trabajar a los campos del
rey; gano poco: cinco monedas de oro, un saco de trigo, otro de cebada, 15
litros de leche, y algunas frutas dependiendo de la época; cada mes, pero para
mí sola está bien, hay familias más grandes que tienen menos que yo.
Aquel
día era uno de los peores del año ya que venían a cobrar los impuestos, y eso
suponía casi todo lo que gano en un mes, menos mal que solo vienen a por ellos
2 veces al año. Si no les pagas, te llevan con ellos, no se a donde, por
que por que nadie ha vuelto; hay quien
dice que te encierran en una cárcel, otros que te llevan un lugar lejano como
esclavo, y muchas cosas más.
Primero,
antes de ir a la plaza, que es donde cobran los impuestos, ya que lo hacen a
las 12 y todavía eran las 7. Me fui a los campos. Entre que me pare a hablar y
que está lejos llegue alrededor de las 8, a la hora que tenía que estar allí.
Estuve
recogiendo fresas, nunca había probado las fresas, porque había muy pocas, y
esas pocas se las comían los nobles, en ese momento podría haberme ocurrido la
mayor catástrofe de la historia; probé una fresita, era pequeña y un poco
rancia, pero.
-Señorita
que cree que ha hecho-me dijo uno de los guardias, montado a caballo; no me
puedo creer que me haya visto-eso está prohibido señorita, y voy a tener que…
-No, lo
siento, lo he hecho sin querer, solo quería probarla, y era pequeña y estaba
rancia-no sé lo que decía, estaba tan nerviosa-de verdad que yo no quería.
-Relájate
niña, no pasa nada, tranquila-tenía un ataque de nervios, tuvo que bajar del
caballo para tranquilizarme, y todo-que no pasa nada
-Yo no
quería, no me haga nada, la pagaré, no me lleve, la pago, no me lleve, yo no
quería- no respondía uso de razón, no escuchaba lo que me decían.
-Pequeña
no te voy a hacer nada, todas las personas que trabajan aquí lo ha hecho alguna
vez.
En ese
momento no se bien lo que me pasó
después, yo solo recuerdo despertarme en una cama muy cómoda, en una habitación
muy lujosa; y ver a dos personas, un hombre y una mujer mirarme fijamente.
-Se está
despertando-dijo la mujer, parcia menos importante, solo por la forma en la que
iba vestida.
-¿Te
encuentras bien?-me preguntó el hombre-Soy el doctor
-Sí,
creo que sí, ¿Qué me ha pasado?, ¿dónde estoy?
-Te
desmayases, no sé si por el calor, por el cansancio, el hambre, o por los
nervios.-me desmaye, yo creo que por todas las cosas.- estas en el palacio
Real, te trajeron para que pudiera atenderte-en el palacio Real, lo que yo no
sabía era que ese lugar me iba a cambiar la vida-Te voy a hacer unas pruebas
para ver que tal estas- me hizo andar de diferentes maneras, seguir con la
vista un palo, contó mis pulsaciones…
-Parece
que estas bien, si te vuelve a pasar dímelo-no sé cómo quiere que se lo diga,
pero no pasa nada.
-Discúlpenme
- entra en la sala un guarda, pero este, a diferencia del de los campos es más
elegante su ropa.-su majestad quiere hablar con la chica que se desmayo, así
que por favor acompáñeme.
El rey
de que querría hablar con migo. Me llevo por un pasillo muy largo, baje unas
escaleras, y entré en una habitación muy grande, con una mesa en el medio
y muchos cuadros de todos los reyes que ha habido. Me dijo el guarda que
me sentara que ahora mismo llegaba su majestad.
No
espere ni un minuto cuando llego el Rey, me levante para saludarlo.
-Bueno
entonces tu eres l achica que se tomo una fresa y luego se desmalló.
-Sí pero
no lo hice a posta, solo quería probarla-ya me estaba poniendo otra vez
nerviosa.
-No pasa
nada, no te voy a hacer nada. ¿Cómo te llamas?
-Marina
Fernández.-Que miedo estaba pasando en eso momento.
-Espera-hay
que querrá, que miedo, a lo mejor me esta apuntando para llevarme a las
mazmorras-¿Tus padres son Juan y María?
-Sí,
pero murieron hace cuatro años.
-Sí, ya
lo sé, murieron por mi culpa-que acaba de decir que el mato a mis padres-no los
mate yo, pero murieron cuando fueron a oriente a por unas especias para mí,
porque tu padre era muy amigo mío y solo me fiaba de él, entonces en el viaje
de vuelta les atracaron y les mataron. Lo siento mucho.
-No, no
pasa nada-si que pasaba, pero no es culpa suya.
-No, si
que pasa, tendré alguna manera de compensarte. Ya lo se te voy a adoptar, a
demás como yo no tengo hijos tú serás mi heredera.
-No no puedo, estoy bien, no pasa nada-no me
puedo creer lo que me ha dicho, yo princesa.
-No
insisto, no te vas a librar, por mi culpa tienes que trabajar en mis campos y no
tienes padres.
-Pero no
fue por su culpa.
No me
dejo hablar más en ese momento me convertí en su hija adoptiva, pero me trató
como si fuera su hija de verdad. Tuve
que aprender modales, protocolo, a leer y escribir,…
Mi padre
murió cuando yo ya tenía 35 años, cómo era muy querida en el pueblo, accedí al
trono sin guerra de sucesión. Me casé con un rey de un reino cercano, y tuve
dos maravillosos hijos, una hija y un hijo. Sí mis niños sois vosotros, esta
fue la historia de cómo me convertí en reina, y así aprendí que la vida puede
dar un giro de 180º en cualquier momento, por muy mal que vallan las cosas, con
esfuerzo pueden cambiar.